IBERIA ha convocado para hoy a los representantes de los trabajadores de tierra para escenificar los diferentes acuerdos en materia de productividad. A nadie se le escapa que a estas alturas está todo el “pescado vendido” y a punto de caramelo, máxime cuando Luis Gallego ha expresado con claridad que la fecha límite para llegar a esos acuerdos expira el 31 de diciembre.

La Dirección de la compañía ha manifestado por activa y pasiva que para poder presentar un plan de viabilidad a largo plazo y sostenible tiene que llegar a acuerdos con los trabajadores; y por otro lado los sindicatos dicen que no se sentarán a negociar hasta que Iberia no les presente un plan de viabilidad con “cara y ojos”. Esto recuerda ese famoso dicho: “que fue antes el huevo o la gallina”.

Hoy, a contrarreloj, se iniciarán una serie de encuentros destinados a poner en negro sobre blanco el contenido de ese plan que cambiará de manera drástica nuestras condiciones de trabajo. A nadie se le escapa que estos acuerdos van ligados además, a la firma del III convenio sectorial de handling, que se encuentra también en su recta final. No es por casualidad.

Los concursos de handling se han aplazado con la intención de dejar atados los principales convenios y así, sentar las bases de nuestras condiciones futuras. Y como ejemplo del conformismo y resignación con el que nos enfrentamos los trabajadores de tierra a nuestro futuro, parafraseamos uno de los textos más impresionantes jamás escritos que ilustra una manera de actuar y proceder:

“Para evitar las epidemias de piojos en los barrios pobres de Londres a principios del siglo XX, los niños de la clase obrera debían llevar las cabezas rapadas. Los pobres se encontraban tan presionados desde arriba, en submundos de miseria tan apestosos y sofocantes, que no se les permitía tener pelo, pues en su caso, eso significaba tener piojos. En consecuencia, los médicos sugirieron suprimir el pelo. No pareció habérseles ocurrido suprimir los piojos. Y es que hubiera sido largo y laborioso cortar las cabezas de los tiranos siendo más fácil cortar el pelo de los esclavos. Lo que está mal son los suburbios, no el pelo.

Corolario: sólo por medio de instituciones eternas como el pelo podemos someter a prueba instituciones pasajeras como los piojos”.

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