Un amigo confiesa y seguro que os ha pasado más de una vez: “En vacaciones no voy a leer ni un periódico, ni siquiera voy a abrir Internet. Quiero desintoxicarme”. No son pocos los que en algún momento caen en la tentación de dejar de leer noticias, de informarse, cualquiera que sea su soporte. “Es que siempre es lo mismo. Mejor saber menos de lo que ocurre en el mundo”, dicen algunos.
A veces, es cierto, puede ser una terapia alejarse del bombardeo informativo cada vez más poderoso, más planetario y más repleto de atrocidades. Las noticias negativas nos abruman y nos desaniman pero las que más suelen perturbar y aburrir son las de carácter político y sindical.
A pesar de todo, en CESHA estamos convencidos de que el mundo con todos sus horrores es hoy mejor que hace sólo cien años. Y estamos convencidos de que lo es precisamente por esa “maldita” información que se nos cuela cada vez más por las ventanas de nuestra vida. Con los ojos cerrados al mundo, este se degradaría aún más. Luz y taquígrafos, que se decía hace tiempo -hoy diríamos, luz e Internet-, son el mejor remedio a la barbarie, a los abusos del poder, a los atropellos a los más débiles y a la manipulación. Por eso, los que ostentan el poder o aspiran a él, odian la libertad de expresión o simplemente, la obvian.
Esta ha sido una de nuestras virtudes a lo largo de todos estos años: informar, llevar la información a cada uno de vosotros, a cada uno de los trabajadores, fuera del sindicato que fuera, al margen de la afiliación política, al margen del compromiso adquirido. Esta ha sido la mejor terapia para combatir la corrupción, la inacción y la mentira.
Pero se trata de algo más serio. Informarse te da criterio y tener criterio genera opinión. Esto da miedo. Una sociedad con criterio derriba gobiernos; unos trabajadores concienciados y decididos cambian sus condiciones de trabajo. No tomar acción, no informarse, pasar de todo, no obvia los problemas, no hacen que desaparezcan, aunque si pueden hacernos más felices temporalmente.
Se puede vivir sin saber nada de lo que ocurre, de lo que nos afecta, podemos vivir encerrados en nuestra propia nube, aunque además de aburrido debe resultar de una pobreza existencial sin nombre. Es verdad que al abrir el periódico o al bucear en la Red, corremos el peligro de deprimirnos con las lágrimas de angustia de un mundo que corre por una suerte deprimente e insalubre.
Pero negarnos a estar informados por miedo a sufrir, es declarar nuestra derrota ante la vida, es negarnos a aceptarnos. Por eso pensamos en todos aquellos millones de trabajadores y anónimos capaces de morir y luchar por los demás. Los muertos no nos dan miedo. Somos los vivos los que damos miedo, pero así somos, no como nos gustaría a veces ser, sino como somos de verdad.
Infórmate y lee.
“Y si no lees no votes”.