Para la Coordinadora Estatal del Sector de Handling y Aéreo (CESHA) “El sector aéreo necesita cambios inmediatos que garanticen la salud desde el origen hasta el destino. La anticipación pondrá a la cabeza a quienes actúen con premura y dejará a la cola a quién no lo haga”
La consolidación del transporte aéreo como un modo de transporte fiable y seguro se produjo después de la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo con los procesos de descolonización e independencia de muchos países, donde una de sus primeras preocupaciones fue disponer de aeropuertos y compañías de bandera. Con las excepciones puntuales del año 1991, por las consecuencias de la guerra del Golfo, y 2001, debido a los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, el transporte aéreo mundial ha crecido de manera ininterrumpida en todos y cada uno de los años transcurridos desde 1946, multiplicando por 200 su volumen de actividad.
Tras la guerra del golfo en el año 1990-1991, el tráfico aéreo cayó más de un 8% y en los 4 años siguientes las aerolíneas perdieron más de 13.000 millones de dólares y se perdieron más de 25.000 empleos en la industria. Quebraron Pan Am, Eastern Airlines y Midway Airlines.
Después del ataque a del 11S, EEUU cerró su espacio aéreo y se generó un clima de inseguridad y desconfianza para volar como no se conocía desde la II Guerra Mundial. Las aerolíneas perdieron entre el 2001 y el 2006 más de 40.000 millones, el doble de los beneficios obtenidos en la década anterior y la industria necesitó 5 años para volver a la senda de los beneficios según IATA.
Tras el inicio de la 2ª guerra del golfo en 2003 y sin haberse recuperado de los impactos del 11S, la industria aérea padeció un nuevo golpe. La demanda se redujo en EEUU en más de un 10% y las reservas descendieron un 20%. American Airlines y United Airlines se declararon en bancarrota, Delta y Northwest Airlines redujeron vuelos y despidieron a personal. En Europa no fue mejor y Air France, Swiss, British Airways y Lufthansa iniciaron despidos colectivos. Airbus y Boeing vieron reducidos sus pedidos en consonancia con la nueva situación provocando ajustes de plantilla.
Hoy nos encontramos ante la mayor crisis de la historia de la aviación. Nunca el sector había estado tanto tiempo parado y sin unas perspectivas claras para iniciar una nueva andadura. IATA estima que las pérdidas en el sector por el COVID-19 serán de unos 300.000 millones de euros y que 25 millones de empleos ligados a la aviación pueden estar en riesgo.
Ante este escenario y el anuncio por parte de las aerolíneas de iniciar despidos y ajustes de personal, desde CESHA pensamos que hay buscar fórmulas y herramientas imaginativas para compensar este desajuste temporal para mitigar la destrucción de empleo.
Una medida que ya se aplica en algunos sectores y que también existe en este sector (pilotos y técnicos de vuelo) es el COEFICIENTE REDUCTOR. Este coeficiente se aplica en aquellas profesiones o actividades de naturaleza penosa, peligrosa, tóxica o insalubre y que puedan acusar elevadas tasas de mortalidad.
El sector aeroportuario es intensivo en mano de obra, sujeto a turnos todos los días del año, con una exigencia física en el personal de RAMPA grande, un elevado nivel de stress y un marco laboral de fuerte contaminación como son los aeropuertos. Ahora podemos añadir la enorme exposición a sufrir contagios por virus y/o bacterias.
De la reactivación del espacio aéreo en territorio nacional e internacional depende buena parte de nuestro futuro laboral. Esta es una realidad que no se le escapa a nadie.
No obstante, esta reactivación tiene que venir acompañada de estrictas medidas de seguridad y prevención que garanticen la salud de los pasajeros y de los trabajadores del sector; como ocurrió tras los atentados terroristas del 11S, que revolucionaron las medidas de seguridad aeroportuarias y aéreas hasta límites que entonces eran inconcebibles y actualmente se aceptan con naturalidad. Desde los departamentos de reservas, hasta los de facturación, embarque, estiba y desestiba, tripulaciones y fuerzas de seguridad, comprendemos la necesidad de blindar la seguridad de las aeronaves y las personas y exigimos, más que aceptar, los requerimientos de seguridad antiterroristas impuestos tras los atentados de Nueva York.
En esta nueva situación, sin duda, se impondrá una nueva revolución en la aviación comercial. Desde CESHA, no vamos a aceptar una reactivación de las operaciones que conlleve un incremento de las transmisiones y por ello, desde esta organización sindical velaremos por el cumplimiento de todas las medidas y recomendaciones que anuncien las instituciones sanitarias y no dudaremos en acudir a los Tribunales si así lo estimamos oportuno.