Pocos parecen entender que cuando las personas trabajan para empresarios y accionistas, esas personas ponen su bienestar físico y psicológico en sus manos
Hoy en día no comemos cebolla pero hay muchos tipos de pobreza como tener que aceptar condiciones vergonzosas para poder llegar a fin de mes.
Lágrimas de extenuación, de jornadas interminables en dos empresas, horarios extenuantes, jornadas partidas, de normas y más normas, exigencias y más exigencias. Exigencias por parte de las empresas, de los pasajeros, faltas de respeto, y encima a veces, aquellos que se supone que llamas para que te echen una mano, te la echan…. pero al cuello. Todos hemos tenido un mal día, pero ahora ser eventual es aún más difícil porque no ves salida, porque se alarga y se alarga. No me extraña compañera que lloraras y te faltara el aliento, y te diéramos agua y con ella te tragabas tus lágrimas y el nudo en la garganta. Un día tras otro, eran las diez de la noche y me decías llevo desde las cinco de la mañana en el aeropuerto, y un día y otro. Estos trabajos me están consumiendo decías pero es que entre los dos apenas si llego a 1100€ o 1200€, y los necesito para poder pagar alojamiento, agua, luz, comer….
Hay un artículo de Jeffrey Pfeffer el cual afirma que “el trabajo está matando a la gente y a nadie le importa“, no lo dice en un sentido metafórico, argumenta en su último libro, “Muriendo por un salario” (Dying for a paycheck, en inglés), que el sistema de trabajo actual enferma e incluso termina con la vida de las personas.
En el pasado era necesario equilibrar los intereses de los empleados, los clientes, los accionistas. Ahora todo está centrado en los accionistas.
Hay profesiones como un piloto de avión, un conductor de camión, que tiene un límite máximo de horas que puede trabajar.
Pero irónicamente, en muchas de las profesiones no hay límites y si ya estás en varias aerolíneas como los eventuales, menos aún, no hay derechos, no hay límites.
Los empleadores son responsables, los gobiernos son responsables por no hacer nada al respecto y también aquellos sindicatos que firman convenios cada vez más a la baja, más en precario, son responsables.
Tanto el gobierno como los sindicatos tienen un rol enorme. Pero todos tenemos parte de culpa, porque no vale con dejar que otros decidan por nosotros, somos adultos y como tales tenemos que implicarnos en cambiar nuestro trocito de parcela que podamos. No seremos capaces de hacer nada a un nivel individual.
Nos viene a la cabeza la canción del Langui, se buscan valientes. Se requiere una intervención que debe provenir de algún tipo de regulación, y esa regulación nunca va a existir sin la presión popular, sin personas implicadas en sus empresas, en sindicatos sin liberados, asamblearios, que trabajan codo a codo con los problemas reales, porque si a uno le afecta lo que hace, tendrá más cuidado. Si es asambleario se decide entre todos lo mejor para la mayoría. Cada uno que se comprometa en lo que pueda. Porque el compromiso es la clave, no sólo despotricar contra el otro. Una persona no puede cambiar el mundo, pero muchos pocos de muchas personas pueden mejorarlo.
Ahora dominan los intereses de los accionistas. Pocos parecen entender que cuando las personas trabajan para ellos, esas personas ponen su bienestar físico y psicológico en sus manos. Se buscan valientes, inconformistas o simplemente entusiastas que no queremos que la próxima generación ni tan siquiera sepan lo que significan tener derechos en su puesto de trabajo.
Porque los derechos son como la cebolla: capas y más capas… vas despojando hasta que al final no queda nada.